Gracias a los avances y el desarrollo en el sistema médico, especialmente en el campo de la psicología, ahora ya no es un tabú hablar de trastornos relacionados con la depresión, el estrés o la ansiedad. Cuestiones que hace unas décadas habrían sido tachadas de rabietas o poca fortaleza mental, ahora son realmente consideradas como lo que son.
La sociedad debe saber que no son trastornos que se deban dejar de lado puesto que afectan a la vida de las personas que los sufren y a su entorno. Es importante tratarlos correctamente y no complicar más el proceso de recuperación.
Concretamente, la ansiedad está alarmando a los especialistas médicos en los últimos tiempos por el aumento de casos y las consecuencias que puede llegar a tener.
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad por sí misma no es una enfermedad o proceso peligroso. Se trata de un mecanismo de defensa del cuerpo que lo pone alerta ante sucesos que pueden llegar a ser dañinos para el mismo. Es un proceso adaptativo natural que, en un grado adecuado, ayuda a la prevención en situaciones peligrosas. Gracias a la ansiedad moderada es posible afrontar esas situaciones con mayor concentración y es una respuesta normal.
No obstante, cuando ese grado de ansiedad es desproporcionado y se mantiene en el tiempo, hablamos de un trastorno complejo. Los efectos de este trastorno en la salud del afectado no son en nada positivos.
El sistema natural se ve desbordado por situaciones que pueden ser totalmente normales o poco peligrosas, aunque no sean así interpretadas por el individuo en cuestión. La preocupación o nerviosismo es excesivo y está fuera de control.
La ansiedad paraliza al afectado o le crea la falsa concepción de que se encuentra en grave peligro e indefenso. El deterioro en el funcionamiento psicosocial y fisiológico llega a ser muy evidente y modifica los comportamientos habituales de esa persona. Su vida se transforma por ese trastorno de ansiedad y se ve gravemente afectada.
Enfermedad patológica
La ansiedad que estamos tratando en los trastornos graves no surge a partir de estímulos reales o existentes. Es patológica porque ese estímulo supera la capacidad de adaptación que el organismo puede gestionar y la respuesta es totalmente desproporcionada e intensa.
Rompe con la tranquilidad y la cotidianidad para crear sensaciones desagradables y desmotivadoras en el individuo. Se mantiene en el tiempo y ello le confiere la denominación de trastorno. El deterioro de las relaciones sociales puede verse gravemente afectado y es una razón más para acudir a un especialista.
¿Cómo surge?
Las ansiedades se suelen manifestar poco a poco y, muchas veces, no son fácilmente reconocibles hasta que los síntomas son demasiado evidentes. Reconocerlos a tiempo es la mejor forma de evitar que las personas que la pueden padecer lleguen a los niveles más graves de este trastorno.
Los síntomas básicamente son de tipo emocional y físico, aunque en algunas personas se den en mayor medida unos que otros. Normalmente, los síntomas a nivel emocional se relacionan con:
- la preocupación constante
- el cansancio
- la irritabilidad
- problemas de concentración
- Problemas de insomnio.
Por su parte, los síntomas físicos los encontramos en:
- la sudoración excesiva
- las pulsaciones elevadas
- la tensión muscular
- los temblores
- los desmayos
- los mareos
- la indigestión
- la respiración profunda.
Todo ello puede aparecer con el trastorno de ansiedad, pero realmente lo esencial para conocer cómo surge éste es remontarnos a las causas de origen.
Estas causas normalmente están relacionadas con la genética dado que muchos estudios avalen que puede heredarse con los genes. No obstante, también es posible que los trastornos estén originados por hechos o circunstancias concretas que pueden causar un trauma en el individuo. Hablamos, por ejemplo, de accidentes de tráfico, víctimas de violencia de género, atentados o incendios y puede ser un trastorno temporal o llegar a ser crónico para el paciente. A ello también se pueden sumar situaciones más cotidianas como los embarazos o un despido, pero con las mismas consecuencias.
Incluso, la ingesta de algunos productos también pueden llegar a producir ansia en una persona. No nos referimos únicamente a las drogas como el éxtasis, también hay que tener en cuenta los efectos negativos de la cafeína y la teína.
Tipos de ansiedades
La ansiedad puede darse de diferentes formas y, aunque no existen diferencias muy grandes entre ellas, sí se deben analizar y distinguir.
Trastorno de ansiedad generalizada
El trastorno generalizado es aquel que con mayor frecuencia relacionamos con esta patología. Su origen no está del todo determinado y no parecen haber causas concretas como una situación traumática que lo cause. Suele aumentar de intensidad en las situaciones de estrés, pero también aparece en los momentos más cotidianos del paciente.
La sensación de nerviosismo y preocupación es diaria en el paciente y va alterando sus actividades comunes. Se convierte en un tipo de ansia crónica que, normalmente, se genera durante su adolescencia o juventud.
Trastorno de pánico
Como en el caso anterior, la ansiedad se manifiesta sin motivos o situaciones demasiado complejas para el paciente. No obstante, éste las experimenta como tal y las crisis de angustia surgen de forma muy aguda.
El afectado suele creer que su vida está en peligro y los ataques son mucho más intensos que en el trastorno generalizado. Además de la dimensión e intensidad de este trastorno, también lo define el hecho de que el paciente sufre anticipando un nuevo ataque. Se empieza a angustiar antes de que se produzca una situación grave y, al temer el próximo ataque, estimula a su propio organismo a tenerlo.
Trastorno por estrés post-traumático
El caso del trastorno de estrés post-traumático es el que más relacionado se encuentra con situaciones muy impactantes para el paciente que causan su ansiedad continua. Tras un trauma emocional, un accidente, una violación o un atentado, el afectado empieza a sufrir ataques de nerviosismo y angustia en su vida diaria al recordar pequeños detalles de la situación completa.
Se trata, por tanto, de un trastorno como consecuencia de u hecho concretos que ha creado fuertes secuelas psicológicas. El paciente pierde parte de su día a día y no se interesa por las mismas cosas que antes.
Ansiedad en niños
Esta patología también puede aparecer en los niños. No es un trastorno común, pero ciertas situaciones complejas pueden llevarlos hasta ese límite.
Tal y como se hace para los adultos, es importante investigar las causas, su origen y los síntomas que se producen en el pequeño.
¿Dónde curarlo?
El ansia es algo que debe controlar o gestionar un especialista en la materia para que pueda ser tratado como corresponde. Su tratamiento es totalmente personalizado y toda la información que necesitas te la darán los profesionales.
En primer lugar, son los médicos especialistas y los psicólogos los que analizan y diagnostican este problema. Ellos pueden establecer unas rutinas positivas para el paciente e, incluso, pueden llegar a recetar algunos medicamentos que lo ayuden en su recuperación.
También es posible encontrar clínicas concretas que se especializan en este tipo de patologías de forma más concreta y ponen todos los servicios posibles a disposición de la persona con síntomas permanentes.
No obstante, la tarea de ayudar a esa persona también debe ser compartida por todos los individuos de su entorno. Así, es importante que todos ellos conozcan bien el problema y no lo traten como algo menor. El tratamiento y la información necesaria no son compartidos públicamente, pero sí es importante tener personas clave que conozcan cómo actuar en cada caso.
Hay que saber qué circunstancias no están en nada recomendadas para el afectado y qué otras contribuyen a su recuperación. Es un trabajo conjunto entre los profesionales y sus seres queridos.
¿Cómo vivir sin ansiedad?
Vivir sin ansiedad es lo que todos deseamos para nuestra vida. No obstante, existen situaciones que no podemos prever y cambian la forma en la que nos enfrentamos a la realidad.
Como hemos mencionado con anterioridad, la ansiedad en pequeñas dosis no tiene por qué ser peligrosa puesto que es normal en ciertas situaciones amenazantes. Nos alerta frente a los peligros, pero hay que evitar, a toda costa, los momentos de ansiedad frecuentes e intensos sin un motivo aparente.
No siempre es posible atajar su aparición, pero sí es posible encontrar pequeñas formas de prevenir la ansiedad en nuestro día a día. El miedo no es malo hasta que domina nuestra vida y nuestras actuaciones diarias.
Es importante adoptar un estilo de vida saludable y evitar las sustancias peligrosas. El ejercicio regular también es una buena forma de prevenirla dado que suele contribuir a despejar la mente.
Junto a ello, los momentos de relajación, de respiración controlada, que algunos profesionales recomiendan, son claves para combatirla y los trastornos asociados con ella.
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Referencias: